Parece que ahora el último grito en juguetes para los niños viene a ser un palo o una caja de cartón. Claro, lo dice la tele (en un spot publicitario de una conocida marca) y con eso ya lo digo todo. Vamos a decir que de un tiempo a esta parte ha surgido una generación espontánea que no ha conocido el poder de una varita mágica, el peso de una espada triunfadora, la velocidad de una nave supersónica o el balanceo de un barco pirata sino a través de sofisticados artefactos que cotizan en euros en las más selectas megatiendas de rancia estirpe nacional o gigantes del juguete que vienen de ultramar. ¿A qué se ha debido ese salto generacional? ¿A la despreocupación de la generación responsable (inmediatamente anterior, se entiende) por ofrecer a sus más tiernos infantes la posibilidad de jugar al aire libre, con su libre albedrío, en pos de un progreso que los mantiene encerrados en las casas asfixiados entre cuatro paredes, bajo la mirada atenta de Supernannie, porque ...