Asomarse a la realidad estremece, cuanto más si lo que descubres es un pueblo asustado, hambriento, mísero, cobarde, arrastrado a la más triste de las penurias, que condecora vírgenes de yeso... No me extraña que en otro tiempo se pusiera a los santos boca abajo, se hiciera rodar calle abajo al clero, se quemara iglesias. Cuán largo es el látigo que lo anestesia, qué triste ver esta perspectiva desde otro estado de conciencia y qué penoso saber sordo a todo aquel que no escucha y ciego a todo aquel que no quiere quitarse la venda. "Había una vez un reino lleno de príncipes y princesas cuyos vasallos rendían pleitesía y limpiaban orgullosos pocilgas llenas de mierda..." Así comienza el cuento en su más rancia leyenda, ahora todo depende del fin que se le quiera dar y de si se le añade una moraleja. ...