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SIRENA



     Sí, mi madre siempre me contó que una vez fue sirena. Que varó en la playa una madrugada de otoño, harta de cantar para marineros que no le tenían ninguna estima. Porque las leyendas son muy bonitas pero la realidad es otra cosa, y que allí estaba ella, sola, y con una criatura a su cargo. Que aquel día decidió mudar la cola de lentejuelas por un par de piernas y emplear su voz para darme otro tipo de vida, y que no era cierto eso de que las sirenas enmudecían al poner pies en la tierra, que eso sólo pasaba en las películas.
     
     Yo, que siempre fui un crío despierto, la dejaba fabular para que se creara esa atmósfera ingenua que se presupone en un niño, y tal vez también porque quería creerla. Desde luego que podría haberlo sido, porque las melodías que salían de su boca podrían haber encantado al ser más insensible del mundo, pero el cabaret La Caracola no era el fondo del mar; las perlas que lucía en su cuello ni siquiera eran de Mallorca; las lágrimas negras no eran tinta de calamar, y las botellas vacías no llevaban, lo que se dice, un buen mensaje... Y yo ya empezaba a saber esas cosas.
     
     Tuvo mucha suerte, al fin y al cabo. Después de currárselo mucho consiguió  trabajo en una emisora de radio. A mí me decía que sería el mejor de los cambios, porque las olas podían ser peligrosas, pero que las ondas, por más grandes que fueran, no nos harían sufrir ningún naufragio. Y yo sonreía imaginando que flotaba en el mar de vibraciones que inundaba mi cuarto al encender el receptor; era feliz sabiendo que mi madre y yo habíamos logrado dejar atrás la isla desierta en la que se había convertido el camerino de lo que todo el mundo llamaba antro.
     
     Ya han pasado muchos años y ambos tenemos el pelo cano, yo soy farero y ella suele pasar cortas temporadas en el faro. Algunas veces rememoramos aquellas cosas y, a pesar de todo, nos reímos un rato. Eso sí, por sorprendente que parezca, todavía le sacudo alguna escama de vez en cuando.


Ana Tomás García
@anniebuonasera



Este relato participa en el concurso Historias de hombres (y algunas mujeres) de la revista Zenda.
      

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