Mi artículo de opinión en el diario digital Almería 360 LA JAURÍA
Nunca he sido de hablar mucho, pero sí de escuchar y observar. Desde muy
pequeña supe cuánto se podía aprender observando y escuchando, y desde esa
atalaya tan particular contemplo la vida desde entonces, y analizo, y saco
conclusiones que a veces me llevan a lugares feos que preferiría no descubrir.
Las redes sociales me lo han puesto fácil porque son como una ventana a la
realidad a la que una se asoma como una vieja del visillo, con nocturnidad y
alevosía. Sin salir de casa sé cómo piensa cada hijo de vecino; oiga, qué culpa
tengo yo de que usted haga comentarios públicos.
Digo esto porque cada vez me atrae más lo que comenta la gente en las
publicaciones de periódicos, grupos vecinales, páginas de todos los colores y
pelajes, etc. como si fuera un poderoso imán. Lo malo, es que cuanto más ahondo
en la cuestión, más espeluznante me parece todo, porque cada vez asoma más la patita la
jauría. La jauría es una masa informe que no tiene comprensión lectora, tampoco
sabe expresarse correctamente (he visto cartas de hace cien años, manuscritas
con exquisita caligrafía, de personas humildes, que nos dan cien mil patadas
aún a pesar de todos los recursos de los que disponemos hoy en día); no tiene
edad; es cruel, y muestra los dientes envenenados de rabia, como una bestia primitiva.
Lo curioso es que la jauría devora a todos y se devora a sí misma, en una
paradoja fácil de comprender, porque no
se concede unos minutos para pensar antes de escupir (porque me niego a decir
que habla), lo suyo es automático, es un disparo a bocajarro, que alentado por
los aullidos al unísono, la hacen poderosa y grande; y ahí está, extendiendo
sus tentáculos de monstruo, aniquilando la cordura, la empatía; erigiéndose en
juez, en dios, mostrando incluso su lado más humano, su ignorancia, sus
debilidades, sus carencias y sus miedos.
Y ahora viene lo mejor. Ha salido a la calle. Estamos viviendo un momento
extraordinario sin precedentes que requiere responsabilidad como sociedad, y la
jauría, asustada, actúa con desesperación, sin saber lo que hace, arrasando
allí por donde pasa, porque no tiene capacidad para medir las consecuencias de
sus actos, ni capacidad para enfrentarse a una situación semejante porque ha
sido entrenada para vivir en un limbo donde no hay límite entre la realidad y
la ficción, de cotilleos de corralas, donde no es necesario el uso del
razonamiento sino el dejarse arrastrar por la marea de turno, y no ve la luna,
ve el dedo que la señala. Por eso es tan necesaria la educación, esa educación
que ya no existe, como fomentar el pensamiento crítico, el respeto; esas cosas.
En fin, lo que creía muy lejano está doblando la esquina, y aunque me
pese, empiezo a tener miedo; miedo a ser devorada por la jauría, a formar parte
de ella, porque ¿sabe usted? El miedo se contagia, el escenario se está
poniendo muy oscuro, esa masa informe cada vez es más grande, y cada día que
pase, si no se remedia, irán quedando menos refugios.
Ana Tomás García
Comentarios
Publicar un comentario