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A Luisa no le gustaba saludar a nadie; no soportaba interrumpir su labor cuando estaba tricotando sentada tan agusto en el parque, por eso se colocaba un capirote sobre la cabeza que se hacía siempre con el periódico del día anterior porque así nadie le echaría un ojo por ser noticias ya pasadas. Y ella creía de verdad que la gente no la reconocía, y eso, a lo tonto, le daba tranquilidad.


Ana Tomás García

@anniebuonasera



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