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Mostrando entradas de 2019

SESIÓN PLENARIA

     Las urracas, los cuervos y las palomas se reúnen en torno a la gran mesa camilla en sesión plenaria. Se sirven el té con mucha gracia y reparten como les parece el bizcocho de naranja.      Hacen uso del recato aparente abriendo lo justo sus picos, que tapan con finas servilletas para que no se vean los gusanos, golosinas que forman parte de la merienda, y se lanzan a saco en asuntos pendientes para hacer que los tesoros parezcan simples oropeles. Se sacan los ojos, empiezan a volar las tazas y huele a rancio que te mueres cuando aletean sus señorías en señal de amenaza.      El pleno se salda con cuatro urracas desplumadas, tres cuervos tuertos y un par de palomas patas arriba que ya no darán más la lata.      Se cierra la sesión y cada cual vuelve a su rama con su ganancia; aquella de sus señorías que no haya pillado nada, se aplicará el cuento para la próxima vez, que los bienes se los llevan siempre las más astutas, las más inmisericordes y las más rápidas. Ana

SIRENA

     Sí, mi madre siempre me contó que una vez fue sirena. Que varó en la playa una madrugada de otoño, harta de cantar para marineros que no le tenían ninguna estima. Porque las leyendas son muy bonitas pero la realidad es otra cosa, y que allí estaba ella, sola, y con una criatura a su cargo. Que aquel día decidió mudar la cola de lentejuelas por un par de piernas y emplear su voz para darme otro tipo de vida, y que no era cierto eso de que las sirenas enmudecían al poner pies en la tierra, que eso sólo pasaba en las películas.            Yo, que siempre fui un crío despierto, la dejaba fabular para que se creara esa atmósfera ingenua que se presupone en un niño, y tal vez también porque quería creerla. Desde luego que podría haberlo sido, porque las melodías que salían de su boca podrían haber encantado al ser más insensible del mundo, pero el cabaret La Caracola no era el fondo del mar;  las perlas que lucía en su cuello ni siquiera eran de Mallorca;  las lágrimas negras no

EL CUENTO IMPOSIBLE

Edición especial del diario Ideal Almería 24-12-2018      Durante el largo y oscuro invierno de las frías tierras del norte, las hijas de Crispula Albur solían irse a dormir muy temprano, siempre con la condición de que su madre les contara algún cuento. Pero eran tantas las noches, que, unas veces por cansancio y otras veces porque estaba pensando en otras cosas, la señora Albur repetía algunas de las historias. Por eso, aquella noche, aburridas de escuchar siempre las mismas temáticas, las niñas pidieron algo especial.            —¡Mamá, mamá! Esta noche cuéntanos un cuento imposible.      —¿Un cuento imposible?      —Sí, una historia que sea pero que no pueda ser...      —...      Crispula se quedó callada unos segundos, pensando cómo contar una historia que fuera pero que no pudiera ser, poniendo cara de profunda concentración para mantener más expectantes a las niñas, que esperaban ansiosas algo extraordinario. Y al cabo de aquellos instantes, comenzó su narra