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Mostrando entradas de marzo, 2015

Nº XLIII

           La señora Durrell es una vieja loca que habla sola, irreverente, impredecible y deslenguada; se levanta muy temprano todas las mañanas; exprime tres naranjas, se sirve una taza de té y unta una tostada con mantequilla y mermelada; descorre las cortinas y empieza a abrir ventanas. Entonces se pone a elucubrar y a ver las cosas claras.      "El mundo es una casa oscura llena de trampas, que se haga la luz para que nadie caiga..."                                                                                    Casimira Durrell XLIII Se hizo de repente la noche en medio de una clara y luminosa mañana perdimos inocentes la brújula el Norte ahora quién nos lo señala dijeron llamarla Democracia a una buena y estudiada farsa dejaron la puerta abierta salimos en desbandada ahora no encontramos la jaula pero de barrotes están llenas todas las ramas no supimos distinguir la libertad de una fabulosa y en

CUANTA MENOS LUZ...

     Hace mucho tiempo nos apagaron la luz. No así como estáis pensando, de un golpe, no. Poco a poco, para ir acostumbrándonos a una oscuridad troglodita en la que una simple llama es suficiente para llevar a cabo las tareas más elementales: Nacer, desarrollarse, producir, reproducirse, producir, sufrir, temer, producir, producir, producir, agotarse y morir. Nos han apagado la luz para olvidar, precisamente, que teníamos luces individuales que usábamos para guiarnos como colectivo poderoso y defendernos ¿Recordáis aquello de: La unión hace la fuerza?¿Qué vais a recordar si estamos sumidos en una lóbrega negrura?      A veces sueño con un montón de gente caminando hacia un faro por un camino tortuoso lleno de fango. Se lamentan de no tener luces pero en vez de seguir el sendero embarrado, se distraen con luciérnagas efímeras que los pierde por mitad de un inmenso campo.      Está claro, cuanta menos luz, más perdido estará el rebaño.                                      

LA NIEVE

La nieve suspendida en el aire a merced de las ráfagas gélidas del viento, se muestra bajo la luz tenue de las farolas como vaharadas de humo anaranjado exhalado por los soplidos crudos del crudo invierno y hace remolinos de copos, como vorágines de gotas de hielo, rellenando de los rincones los huecos, poniendo perdido de blanco el suelo.                                                                   Ana Tomás García