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Mostrando entradas de agosto, 2020

DE CÓMO ACALLAR VOCES Y SER EL MEJOR SIN LOGRARLO

       Mi propuesta para el tema La música, de ENTC:  De cómo acallar voces y ser el mejor sin lograrlo      Félix José Buenaventura de la Paz y la Concordia oía voces. Unas veces eran quejas, otras veces discusiones, casi siempre insultos y malas maneras. Al principio se puso a tocar el violín para acallarlas, pero el ímpetu hacía que sobresalieran a las notas. Descubrió que todos y cada uno de los vecinos de Villa Disputa de la Tormenta vivían enfrentados en un altercado permanente: Que si mírame y no me toques, que si no te cruces en mi camino, que si alcornoque, que si cebollino, que si gaznápiro, que si a ver si te arreo un mamporro... y por cada altercado fue añadiendo un instrumento en su propósito por silenciar aquel tormento.      Al final se convirtió en el famosísimo y más virtuoso hombre orquesta que hubo en el mundo, y como su arte era reclamado por todo el globo terráqueo y sus giras no tenían fin, nunca más volvió a Villa Disputa de la Tormenta, por lo que dejó de oír la

TRAMPANTOJO

  La descripción del suceso fue ridículamente escueta; no se especificó cuántas vísceras había por el suelo, qué clase de cuchillo desgarró la carne, qué tipo de salvaje se regodeó como un cerdo en el charco de sangre... Lo más que se dijo fue: "El novio de la muchacha, principal sospechoso", porque pocos sabían que la muchacha no tenía novio, porque pocos sabían que su padrastro siempre fue un sádico bien pagado organizador de carnicerías en la época de la represión. La descripción del suceso no fue más que un mero trampantojo, una ventana falsa donde asomarse a un vulgar crímen pasional, para que la gente no supiera qué tipo de salvaje merodeaba impartiendo leyes por las calles de su ciudad, decidiendo por ellos lo que estaba bien o lo que estaba mal. Ana Tomás García @anniebuonasera  

ALLÍ, DONDE LOS LAGARTOS

     Desde la terraza del apartamento solo se divisa el mar, de un azul espléndido, y los graznidos de las gaviotas nos suelen despertar muy de mañana. Gabriel y yo esquivamos la canícula yendo desnudos la mayor parte del tiempo, y como consecuencia, hacemos mucho el amor. El verano es eso, sudar, dormir, comer algo, el mar, hacer el amor. Gabriel y yo pasamos el resto del año en mitad de un lugar gélido y por eso en vacaciones nos vamos al sur, bajamos a la costa, a un lugar recóndito en una esquina meridional de la península. Estamos locos. En pleno verano nos dejamos caer de lleno en el desierto buscando nuestro pequeño oasis, como si fuéramos lagartos, y no nos importa el sudor, nos importa ir desnudos, la brisa en la piel, el sol, bañarnos en el mar. Hay gente que aborrece ese clima, y sí, suponemos que es para aborrecerlo, pero no nos importa.      Allí los días son una sucesión de experiencias placenteras, sin prisas, entre arrecifes y acantilados, y la medida del tiempo lo