Perlado su cuerpo de gotas me ofrece abierta su boca, porque soy víctima de la flama que la canícula sopla y ella sabe que soy su esclavo, siervo que cae rendido a la refrescante saliva de tremenda diosa, y rompen diminutas las olas que nuestros movimientos provocan salpicando sus espumas el cenit de mi boca, su boca, mi boca, en un vaivén placentero, en una travesía que no tiene derrota. Habrá otras pasiones en verano, no serán rubias, ni belgas, ni tan voluptuosas, pero yo lo tengo claro ¡camarero!, sírvame otra. Ana Tomás García @anniebuonasera