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Mostrando entradas de 2022

Terapia (Relato)

  A Luisa no le gustaba saludar a nadie; no soportaba interrumpir su labor cuando estaba tricotando sentada tan agusto en el parque, por eso se colocaba un capirote sobre la cabeza que se hacía siempre con el periódico del día anterior porque así nadie le echaría un ojo por ser noticias ya pasadas. Y ella creía de verdad que la gente no la reconocía, y eso, a lo tonto, le daba tranquilidad. Ana Tomás García @anniebuonasera
  Cuando el pequeño de los Sanders volvió del campamento de verano todos decían que se había convertido en un gran hombre. Y se lo dijeron tantas veces, le hicieron crecer tanto, que la familia, preocupada, le prohibió hablar con la gente, para que el pequeño dejara de crecer. Ana Tomás García @anniebuonasera

Souvenir

       De haberlo sabido habría dejado las jirafas allí, en Kenia, que es donde deberían estar, pero se veían tan bonitas asomando por la ventana del hotel, tan elegantes y parsimoniosas, que me dejé llevar, y el último día de vacaciones, sin que nadie se diera cuenta, las doblé meticulosamente y las metí, a duras penas, en mi maleta, salí con premura del hotel y le reí las gracias al taxista, que bromeando me preguntó que si había matado a alguien y me marchaba con el cuerpo del delito a cuestas. En el aeropuerto no tuve problemas porque cobijé bien las cabezas y las pezuñas entre mi ropa de estampado animal, vestidos de cebra y blusas de leopardo, y el estampado de jirafa no llamó la atención. Eso sí, temí que durante el viaje se les acabara el oxígeno, porque un trayecto de catorce horas se tiene que hacer muy pesado dentro de una maleta con semejante tamaño, pero decidí dejarles unos centímetros de cremallera abiertos, y eso, creo yo, les salvó la vida; eso y el hecho de que los op

DE QUITA Y PON

     Este relato participa en la convocatoria de Esta Noche Te Cuento con el tema Relojes o Hermanos.  DE QUITA Y PON           En contra de todo lo que se pueda suponer, el hombre de hojalata no le está muy agradecido al mago de Oz, que digamos. Eso de ponerle un reloj de cuerda como corazón será muy romántico pero no es sano, y con lo olvidadizo que es, ya lleva vaya usted a saber cuántos infartos. Que se cansa mucho y sufre por todo, dice, cosa que antes no sucedía, así que ha decidido quitárselo del pecho y usarlo como simple reloj de bolsillo, y el corazón para quien lo quiera, que al final no es más que una fuente de pesadumbres y disgustos, dice. Y tiene razón, a santo de qué esos engranajes retumbándole por dentro, esos sobresaltos de amor y esas arritmias si no es más que una lata donde cualquier sardina o galleta se alojaría de lo más feliz. En cualquier caso, siempre le queda la posibilidad de volvérselo a poner, es lo que tiene haber ido a ver al mago; qué más quisiéramos

LA MICROBIOTA Y SUPER RATÓN

     No hay nada como elegir bien lo que comemos, controlar las calorías, cuidar la microbiota. Ahora, que si hay un tejemaneje entre China y Taiwán, o con Rusia, Estados Unidos mediante, Europa por ahí anda. Que si a la espera de un mal rayo solar que nos parta. La chía, la espirulina y el kale, superalimentos que no deberían faltar nunca, alguna que otra pandemia tampoco está mal. Los listillos jugándoselo todo al monopoly: aparta que todo eso es mío, billetes uno encima de otro, y bombas, que este juego va en serio; los demás, a correr, y a barrer los céntimos hacia adentro; y a correr. El tofu, superalimento. Equilibrar proteínas y carbohidratos, y beber agua; beber agua porque si no nos secamos, nos da dolor de cabeza y nos afecta al riñón, nos morimos. Si nos cae una bomba, nos morimos. Si no comemos, nos morimos. Si nos gasean, nos morimos. Si nos fusilan, nos morimos. Si nos congelamos, nos morimos. Bueno, de una manera o de otra, al final, siempre nos morimos, luego ya está en

DE INCÓGNITO

       Aquellos tres hombres solo querían hacer pís, lo normal después de llevar unas horas acodados en la barra, pero yo ya había fregado los baños porque iba a cerrar el bar y no les dejé pasar, así que se fueron refunfuñando mientras seguían con la bromita de llamarse entre ellos Melchor, Gaspar y Baltasar, que maldita gracia me hacía, si es que lo hacían para que me hiciera alguna gracia. Pero al ir a barrer entre los taburetes, la escoba empezó a acumular un polvillo dorado, una arenilla grisácea y unas piedrecillas que desprendían un olor muy peculiar. Me quiso dar un vuelco el corazón al pensar que pudiera ser oro, incienso y mirra, porque, quién sabe, una se cruza con tanta gente al cabo del día sin prestarle atención, que bien pudieran ser los famosísimos Reyes Magos y yo no haberlos reconocido, ya que estaba claro que iban de incógnito, sin coronas, sin capas ni séquito, con vaqueros y jerseis de lana, y unas barbas que no llamaban la atención porque ultimamente todo el mundo