Recuperando un momento del amplio tiempo perdido, recordó haber mirado un instante al cenit ya negro de la noche, y celebró que las estrellas, de manera ineludible y a pesar del caos existente, siguieran estando en su sitio, prueba inequívoca de que sólo el ser humano es la única criatura en el mundo que vive a un ritmo ajeno al cosmos que le envuelve.
Ana Tomás García
Bonito relato universal por cierto y con la reflexión justa para recordarnos a todos lo caóticos que somos. Abrazos
ResponderEliminarGracias Montesinos, tendríamos que aprender a ir un poco más despacio, pero creo que eso solo lo saben las tribus perdidas que viven en el interior de las selvas. Un abrazo.
EliminarVerdad Ana, vamos a una velocidad inalcanzable para el mismisimo cosmos,ni siquiera pensamos en lo que nos perdemos. Muy bonito. saludos.
ResponderEliminarEso mismo Jose Luis, todo lo que nos perdemos... Gracias. Un abrazo.
EliminarDeberíamos apagar las luces que nos deslumbran para poder disfrutar de las que nos alumbran.
ResponderEliminarUn saludo
JM
Nada más cierto. Un abrazo.
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