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INTRUSOS


     Un nuevo artículo publicado en el periódico digital Almeria 360  http://almeria360.com/principal-opinion/opinion/22102015_intrusos_134469.html


INTRUSOS

      Está empezando a resultarme de un aburrimiento extremo, y cansino, el tema de los intrusos. Resulta que todo está lleno de intrusos. El teatro está lleno de intrusos, la literatura está llena de intrusos, la fotografía, la pastelería, el senderismo, el running; si hasta los maestros albañiles han tenido toda la vida intrusos. ¿Qué pasa ahora? ¿Será que no hay pedestales donde posarse porque somos infinitud de artistas mediocres sabelotodo ante un público mediocre y sesoflojo que se asombra ante lo más chabacano y vulgar? ¿Quién ha dictado las leyes que impidan expresarse a cada cual como le venga en gana y a exigirle a un público lo que debe consumir y a quién debe aplaudir?
     Se pasan la vida vendiéndonos productos, tangibles e imaginarios: Las botas de siete leguas para los deportistas, una cátedra en el Parnaso para poetas y escritores, el ojo avizor para los fotógrafos, la receta del néctar y la ambrosía para los cocinillas…
     Qué risa, y ahora que nos hemos diplomado cum laude en nanorrelatos escritos en tres palabras, en fotografía sofisticadodigital grado profesional, en hacedores de deliciosos cupcakes caseros con toppings de pimiento asado y berenjenas, y convertido en plusmarquistas mundiales en la maratón de Villabotijos de Abajo, nos vienen a decir que somos unos intrusos porque les estamos usurpando el pedestal de barro. Precisamente lo dicen ellos, los veteranos en todo tipo de cursillos. Como si quisiéramos subirnos al dichoso pedestal. O tal vez sí, total, hoy en día das una patada y salen veinte pedestales… O eso nos hacen creer.
     Luego están aquellos que tienen amigos, amigos en todos sitios, que son bañados en las mieles del éxito gracias a las loas en espiral, cual mantras hipnóticos repetidos hasta la saciedad, vociferando a voz en grito la maravilla de la creación de la que son testigos. Intrusos.
      Los famosos, que sólo tienen que mover las pestañas para convertirse de la noche a la mañana en rutilantes estrellas en cualquier disciplina que les plazca, porque para eso son famosos. Intrusos.
     El vecino del quinto, que le ha dado por plantarse en mitad de una plaza cual Ecce Homo, vistiendo taparrabos y capirote en la cabeza para realizar una particular performance en modo de protesta, llamándose a sí mismo artista. Intruso.
     Y así podría pasarme una semana, poniendo ejemplos.
     Dejémonos de monsergas, el que sabe hacer encaje de bolillos luce solo, y sabe lo que hace, no espera palmaditas en la espalda, ni se cuelga medallas. Tiene genio y no le importa que tropecientas mil personas quieran hacer lo mismo, porque no le hacen sombra, y su reconocimiento, si lo necesita, llegará a través de los que le reconozcan con gusto tal mérito, sin exigir. Si se tiene una buena preparación, carácter, pero sobretodo, talento, es posible llegar a la cumbre, pero si se carece de todo eso y se posee ilusión o simple suerte, también es posible; por el camino irán quedando los rezagados que lo intentarán una y otra vez, por lo tanto ¿Quiénes nos creemos que somos para llamar a los demás intrusos?
     Demostremos cada uno nuestra valía a base de esfuerzo y toquemos todos juntos, como dice Santiago Auserón, “en este baile de perros, donde los gatos no quieren bailar”.     



Ana Tomás García



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