El escozor de la retina fermenta
y se convierte en lágrima ácida
que resbala por el rostro de un naufrago
oxidándolo a grietas,
como su corazón hecho añicos
se mezcla con la turbia arena
de una costa negra.
Ya dieron sus huesos con la trampa,
media luna y estrellas que sesgan,
se queda el prisionero en Lesbos con el alma en vilo
arrastrando su desgracia las cadenas.
Ana Tomás García
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