Otro día más era el artista jaleado por su ferviente público, asistiendo
entusiasmado a la representación de su propia obra. Le hacían sentir tan
importante los comentarios que escuchaba a su paso: “Este chico sí que vale”
“Qué arte tiene, y eso que sólo es un muchacho”… que se arremangaba sin
dilación pero con parsimonia, sabiéndose arropado por sus fans más
incondicionales (personas que le doblaban la edad, y por lo tanto, con el doble
de experiencia), se frotaba con energía las manos, agarraba con fuerza el pico
y comenzaba a picar sin mediar una sola palabra.
Aquella mañana iba a demostrar lo que era ser un artista de verdad,
pensaba picar el doble que el día anterior y terminar por fin aquella larga,
profunda y penosa zanja que ninguno de sus compañeros se animaba a afrontar.
Ana Tomás García
@anniebuonasera
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