Mónica trabaja de envasadora en un almacén hortofrutícola. Empaqueta hortalizas con movimientos mecánicos para no perder el ritmo. Sus manos acarician levemente cada fruto, sin sentimiento, pero con la justa delicadeza para que no se estropeen, es muy importante. Y a la vez que su cuerpo sigue las instrucciones, su mente está en otras cosas; en el confinamiento de sus hijos, en el de sus padres, en el de sus hermanos, algunos a varios miles de kilómetros de distancia... distancia... Ahora tiene otro sentido la palabra distancia. Trabajar con la mascarilla puesta es incómodo. Una compañera tose a su lado, no hay mamparas de separación. Trabajar bajo tales circunstancias le da miedo. La cinta transportadora no para; la vida es una cinta transportadora. Como decía Julio Iglesias: "Unos que nacen, otros moriran...". Mónica se ríe por dentro, se ha descubierto en plan carroza cantando La vida sigue igual, siguiendo el ritmo impecable de la orquesta y todo. La risa anestesia, se olvida por un momento del dolor de piernas, del estado de alarma, de la pandemia, y disfruta en el limbo de esos instantes, aunque cueste creerlo. Su turno termina en media hora y está deseando terminarlo.
Alguien a miles de kilómetros de distancia escoge una bandeja de tomates en el supermercado. Lee la etiqueta, proceden de su país, concretamente de su pueblo. Le da algo así como cierta alegría, como si los tomates desprendieran un fulgor especial, sobre todo en estos días. Cuando llega a casa los lava con cuidado, los seca y los observa durante unos segundos. Su hermana trabaja de envasadora, quién sabe, lo mismo han pasado por sus manos.
Ana Tomás García
Un fiel reflejo de lo que estamos viviendo, además con una voz narrativa muy acertada. Me ha gustado mucho ese cierre para el relato. Un placer leerte.
ResponderEliminarUn abrazo y cuídate, por favor.
Muchas gracias, Rebeca. El relato es muy corto pero quiere contar muchas cosas. Celebro que te haya gustado.
EliminarUn abrazo de vuelta, y cuídate tú también.