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NOCHEVIEJA O LAS BONDADES DEL GARRAFÓN

 Un año termina. Otro empieza. Atracón de gambas, una avellana recubierta de oblea y chocolate, y dolor de cabeza después de brindar siete veces. La costura del vestido se abre, un hilo infinito se descose y es la cola de un cometa; el vestido es noche estrellada y abeto; el hilo, cola de un cometa. La cabeza es un prodigio y cae rendida. Señor, han sido siete brindis inmisericordes, trescientos sesenta y cinco días uno detrás de otro y ya no quedan restos del cordero, qué rápido se olvida; un día nace, te lo comes y ya está; dicen que en eso está la salvación pero quién se salva de un naufragio, de una catástrofe, de un imprevisto... No hay suficiente cordero para todos. Sinatra canta; qué jodida elegancia tiene el tío. Manhattan es elegante y sin embargo no canta como Sinatra... cosas que pasan. En el metro hay un hombre que lo imita de maravilla, dice que él y sus dos amigos son reyes y que tienen camellos; hay mucho bocachancla suelto, y mucho advenedizo también, todo el mundo lo sabe. La cabeza es un prodigio pero no impide que se rinda, que han sido siete brindis con sus siete copas llenas, una detrás de otra y la boca no responde, escupe tonterías, y la sala de fiestas es una madrugada llena de niebla y borrachos que vomitan confeti y cubatas, que salpican ácido a las piernas sin medias de las cenicientas. Las uvas no aguantan, son bombas de racimo, proyectiles de ametralladora a bocajarro; los canapés, granadas de mano, fuego a discreción. Las siete copas no son para nada agua bendita. Hace unos días nacía el cordero y el reloj dice que el año ha muerto. El taxi es llamarada en la calle desierta. El vestido es noche estrellada y abeto; el hilo, descosido e infinito, es la cola de un cometa.


Ana Tomás García

@anniebuonasera



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