Ir al contenido principal

¡UN PAAALO, UN PAAALO!

     Parece que ahora el último grito en juguetes para los niños viene a ser un palo o una caja de cartón. Claro, lo dice la tele (en un spot publicitario de una conocida marca) y con eso ya lo digo todo. Vamos a decir que de un tiempo a esta parte ha surgido una generación espontánea que no ha conocido el poder de una varita mágica, el peso de una espada triunfadora, la velocidad de una nave supersónica o el balanceo de un barco pirata sino a través de sofisticados artefactos que cotizan en euros en las más selectas megatiendas de rancia estirpe nacional o gigantes del juguete que vienen de ultramar. ¿A qué se ha debido ese salto generacional? ¿A la despreocupación de la generación responsable (inmediatamente anterior, se entiende) por ofrecer a sus más tiernos infantes la posibilidad de jugar al aire libre, con su libre albedrío, en pos de un progreso que los mantiene encerrados en las casas asfixiados entre cuatro paredes, bajo la mirada atenta de Supernannie, porque como hay que trabajar, trabajar y trabajar para tener tooodas esas cosas que en el fondo no nos hacen más felices, sino  esclavos de un consumismo estúpido e irresponsable, pues no hay tiempo para educarlos, comprenderlos, disfrutarlos, soportarlos, etc? ¿Por qué la gente piensa de manera errónea que dar lo mejor a sus hijos es comprarles el juguete más caro que hay encima de una estantería, vestírlos a la última según las nuevas tendencias que dicta el plasma de cincuenta pulgadas instalado en el salón y flanqueado por sendas videoconsolas que hacen las delicias de grandes y pequeños a costa de partirse el lomo en el trabajo, rendirse a sus caprichos de pequeños tiranos que sólo han aprendido a pedir como si de genios en lámparas maravillosas creyeran estar viendo a sus padres? Es cierto que vivimos en una sociedad sucumbida a los encantos de un dios superficial: El Consumo, cuanto más compramos mayor estatus creemos poseer ¿O acaso no os acordáis de lo bien que lo pasábamos jugando con cuatro canicas, una rayuela, una pelota, una caja de cartón, unos cromos, amigos... un palo... Eso es ahora lo que quieren remover en nuestras conciencias, como los sueldos ya no dan para más, pues volvamos al palo, qué bonito, dale al niño acostumbrado a la Playstation un palo y seguramente te lo tirará a la cabeza. Y el problema radica de manera muy profunda en la educación ¿Qué ha pasado con ella, dónde están los valores? ¿De verdad somos tan ignorantes? La realidad nos la escupen a la cara así, a bocajarro, disfrazada de nostalgia y como una opción megamoderna de familia que recicla y ofrece la imaginación como alternativa, como si el palo y la caja de cartón no hubieran existido nunca, y mientras, nos quedamos embobados con el anuncio de marras ¡Oh qué chuli, me recuerda a mi infancia! Nosotros, que estábamos enseñando a nuestros hijos a ser clones mejorados de nosotros mismos, imbéciles no, lo siguiente.



                                                                               Ana Tomás García

Comentarios

  1. Y si nos quedamos con lo mejor del palo y de la play? Y si no se trata de renunciar a nada, ni a artefactos ni a palos? Y si aprendemos a sacar provecho de ambas posturas y así dominar dos aprendizajes diferentes? Todo es tan bueno como malo si no somos conscientes tanto de sus beneficios como de sus peligros. Quiero un palo y quiero una play. Pa mí. Ven, que te voy a machacar al FIFA y luego te voy a machacar con el palo. ♥ ♥ ♥

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jajajja, si a mí me encanta la diversidad, lo que no soporto es que nos tomen por tontos!!!

      Eliminar

Publicar un comentario