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UN DÍA ESPLÉNDIDO DE SOL











     Recuerdo el día en que la tuba se comió a Fermín Lebrea. Fué una mañana de sol espléndida y todos estábamos en el parque, disfrutando del concierto que la banda municipal daba en honor al sexagésimo noveno día de asueto que celebrábamos. En un descanso, el muchacho se tumbó en la hierba, y la tuba, a su lado, por alguna extraña razón, empezó a comportarse como una boa. Al principio nos pareció gracioso, quién iba a suponer, pero cuando la vimos engullendo al chaval, corrimos despavoridos a ponernos a salvo. Cuando volvimos ya no hubo remedio, Fermín Lebrea se deslizaba por entre las curvas del instrumento como un bolo alimenticio. El director de la orquesta, aturdido y siguiendo la recomendación de las autoridades, golpeó un par de veces el atril para que los músicos acudieran a sus puestos, alzó la batuta y siguieron con el orden del concierto, como si no hubiera pasado nada. Alguien dijo que le estaba bien empleado por sobrealimentar durante tantos años a la corneta. Fué un día espléndido de sol.


Ana Tomás García
@anniebuonasera



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