La nieve
suspendida en el aire a merced de las ráfagas gélidas del viento,
se muestra bajo la luz tenue de las farolas
como vaharadas de humo anaranjado
exhalado por los soplidos crudos del crudo invierno
y hace remolinos de copos,
como vorágines de gotas de hielo,
rellenando de los rincones los huecos,
poniendo perdido de blanco el suelo.
Ana Tomás García
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