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YA NADA ES LO QUE PARECE



     Artículo publicado en el diario digital Almeria 360    http://almeria360.com/principal-opinion/opinion/23092015_ya-nada-es-lo-que-parece_133318.html


YA NADA ES LO QUE PARECE

     Ya nada es lo que parece. Hace unos días, haciendo limpieza, saqué de una caja llena de trastos un peluche, un peluche de mi infancia; un muñeco de peluche que rondará los treinta años, que después de muchas batallas sigue siendo apto para acariciarlo, abrazarlo, arrojarlo sobre la cama o ponerlo en manos de otro infante que sepa disfrutarlo. Lo saqué de su encierro y mostrándoselo a mis hijas, ellas se percataron de que en su etiqueta aún podía leerse: Fabricado en España. El asombro de las niñas fue mayúsculo, puesto que rara vez se topan con semejante leyenda, ya que ahora lo normal es Made in China o Taiwan. Entonces les expliqué que la mayoría de los juguetes que teníamos entonces se fabricaban en Valencia, concretamente en Ibi, Onil y Alicante, donde pequeñas empresas familiares (caso de Onil) se unieron para formar el potente grupo Famosa, colocándose en la vanguardia del mercado de juguetes, hasta que el gigante asiático se puso por delante en una carrera de fondo donde la superproducción y la mano de obra barata (o moderno estado de esclavitud) hacían insostenible la competencia. Así que las familias, o lo que quedara de ellas, fueron  vendiendo sus acciones, desmembrándose completamente el núcleo inicial, pasando a manos de un grupo de Banco Santander por último y llevándose éste la fabricación de sus muñecas y peluches a China y México, o sea, el sesenta por ciento de su producción total.
     Y como una cosa lleva a otra, de los juguetes, me fui al embutido, a esa gran marca, Campofrío, que nos hace llorar con sus campañas haciéndonos sentir compatriotas porque compartimos el mismo gusto por los chorizos… Ejem ejem y resulta que la mayoría de las acciones se las reparten ¡sorpresa! Mexicanos y chinos (hablo de un ochenta y dos por ciento, casi nada), donde los jamones y las salchichas puede que algún día tengan el ADN de un… ¿Quién sabe?
     Bueno, todo esto viene porque me ha hecho mucha gracia el escándalo de Volkswagen, la tecnología alemana esa que creíamos impoluta y resulta que te endiñan un súper cochazo de muchos miles de euros con un software que cree que el coche está siendo sometido a controles de contaminación y activa por tanto una serie de medidas para que el nivel de emisiones se mantenga dentro de la legalidad, pero la realidad es bien distinta ya que el coche contamina entre diez y cuarenta veces más de lo normal, hablando a grandes rasgos y  perderá potencia y suavidad en el uso, todo por ahorrar en costes, ya que en vez de retocar motores se instalaba el programa espía a coste cero.
     Por eso, ya nada es lo que parece. Hay un refrán que dice: Cría fama y échate a dormir, y es cierto, las marcas se agarran al nombre que tanto esfuerzo costó a sus fundadores encumbrar a base de calidad y tecnología, para seguir adelante a costa de sacrificarlo todo a cambio de dinero, y nosotros confiamos en las marcas porque en su momento consiguieron prestigio, sin preocuparnos en lo más mínimo de lo que hay detrás. Se juntan las dos caras de la moneda, la ilusión y la realidad. Y yo me quedo entre Pinto y Valdemoro, no sé si soy Segismundo en La vida es sueño o Neo en un Matrix ultramoderno y virtual.



Ana Tomás García



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